miércoles, 8 de abril de 2015

Consumido por la carne. [Prólogo]

Lo que os vengo a contar no es la típica historia sobre gente que se salva. No es sobre gente que cree en Dios y reza para salvar su alma. No.
Lo que vengo a narrar, es la vida de un santo que fue decayendo a medida que los pecados le iban consumiendo.
Una historia llena de tragedias. Una historia llena de purezas, donde el pecado es señalado como lo corrupto. Una historia donde los demonios se apoderan de las almas consumidas. Una historia que...
Será mejor que os preparéis pues el espectáculo no ha hecho más que comenzar.

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"Los pecados que en la carne son patentes, el alma los expía."

martes, 24 de diciembre de 2013

Círculos de sangre

-Capítulo 2-
Mientras apuraba la tercera copa de la noche en una de las tabernas más viejas de la ciudad, Daenard no dejaba de darle vueltas a lo que había visto. Muerte, cádaveres, y magia, una combinación bastante peligrosa en la ciudad de París. Simplemente pidió una cuarta copa antes de que le estallara la cabeza.
Mientras daba sorbos buscando respuestas a sus turbias preguntas, Dae escuchó gritos en la calle. Se levantó y salió disparado de la taberna sin pagar mientras notaba como el alcohol le golpeaba el cerebro. El mundo a su alrededor se volvió borroso y gris, y en lo único que pudo pensar era en descubrir quien estaba armando tal jaleo. En la calle hacía frío y nevaba un poco, pero el alcohol que Daenard llevaba en sangre le impedía notar tales sensaciones. Atravesó toda la calle en unas cuantas zancadas y entró en un callejón entre edificios que presentaba un aspecto oscuro y ruinoso. El cazador de magos chocó con una de las paredes del callejón al no poder frenarse después de la carrera. Rápidamente se incorporó y una criatura del tamaño de un oso se le abalanzó y lo lanzó contra un niño que lloraba en el callejón con una fuerza sobrehumana. Dae intentó levantarse pero la cabeza le daba vueltas sin parar, el niño lloraba y daba tirones en la manga del uniforme de Daenard mientras este enterraba la cara en la fría nieve del suelo en un intento por aclarar sus ideas.
-El modo automático me será útil ahora- Pensó.
-Levántate, saca tu ballesta, apunta a la criatura, dispara- Se dijo a sí mismo.
Pero pensarlo era mucho más fácil que hacerlo y Daenard perdió el equilibrio y cayó de bruces contra el suelo. A pesar de todo pudo sacar la ballesta y apuntar al monstruo. El cazador de magos nunca había visto nada así, era una criatura de unos dos metros de alto con un aspecto parecido a un gorila (una de esas criaturas que se exponían a veces en el zoo de París) pero tenía la cara completamente desfigurada y heridas por todas partes. Se parecía más a un cadáver que a un hombre.
-Ca...cadáver- Pensó Dae mientras disparaba la primera saeta de ballesta.
-¿De....de dónde has salido?- La saeta se clavó en el hombro de la criatura que ignoró el impacto y se volvió a abalanzar contra Daenard, esta vez con intención de destrozarlo.
-Levántate, empuja al niño y rueda-
Dae se levantó como pudo, le dio un empujón al niño que se encontraba de pie a su lado y lo envió lejos de la trayectoria de la criatura, ahora solo quedaba rodar. La criatura llegó antes de lo esperado y chocó contra las piernas de Dae mientras este intentaba rodar para apartarse. El choque fue brutal y si no fuese por todo el alcohol que el cazador de magos llevaba en el cuerpo, habría gritado como una niña.
Daenard salió disparado hacia la pared del callejón y por unos momentos dejó de sentir su cuerpo de cintura para abajo. Miró a la criatura y vio como dos flechas le perforaban la cabeza. La bestia rugió y sin inmutarse se giró a por el niño con Dios sabe qué intenciones. Dae se levantó como pudo y sacó la espada para luego clavarla profundamente en el cuello de la criatura, la cual seguía manoteando en busca del niño como si nada, aunque parecía que empezaba a perder las funciones motrices de su cuerpo. El cazador de magos empujaba la espada y mantenía los manotazos de la bestia a raya mientras la calle se empezaba a llenar de gente.
-Le he dado con dos flechas en la cabeza, ¿Porqué seguía en pie?- Decía alguien a su lado, pero Dae estaba demasiado borracho y demasiado herido. Y simplemente, se desmayó.
La resaca del día siguiente no era tan mala al pensar que por lo menos había despertado en su cama, aunque estuviese rodeada de miembros del gremio de cazadores de magos, no era el peor despertar que había tenido.
-Por fin despiertas, tenemos temas urgentes que tratar- Dijo una voz poderosa a los pies de su cama.
-Escuche....capitán... esa criatura... eso está relacionado con el incidente del otro día, y...el niño...¿Está bien el niño?- Dijo Dae mirando a un hombre robusto y calvo con unos ojos que harían temblar hasta al mago más temerario.
-Sí, el niño está bien. Nos ha dicho que te demos las gracias por ayudarlo. Y sobre lo del incidente, la hermana Marie ya se ha puesto con el caso. Lo que quiero decir es, Daenard... a pesar de la actuación heroica que mostraste ayer...tenemos que dejarte fuera del caso de los muertos vivientes. Buscarás al cazador Oliver y os pondréis a buscar a un piromántico que ha sido visto últimamente en los muelles- La autoridad de esa voz era tal que a Dae le costaba rechistar y pedir que le dejasen participar en el caso de los muertos.
-Pero...señor, yo he estado ahí....déjeme que les ayude por favor, necesito solucionar este caso o me volveré loco. Usted ya sabe que cuando empiezo algo me cuesta mucho parar...- La voz de Dae sonaba ridículamente pequeña ante la voz del capitán.
-Hazme caso, será lo mejor para ti. Eres un hombre sin mujer ni hijos que ha dedicado su vida entera a la caza de los magos. Necesito que mates al piromante, estamos en alerta máxima. Los barcos no pueden atracar sin el peligro de que les caiga una bola de fuego encima y queme sus existencias- Dijo el calvo capitán sin un ápice de duda.
-Como usted ordene señor, me dirigiré a las riberas del río Sena cuando pueda moverme de esta cama- Dae se volvió a incorporar para ver marchar a las tres personas que se encontraban en su habitación. Mientras salían, le echó una mirada a la hermana Marie, la cual le guiñó el ojo y le dedicó una sonrisa.
Dae no sabía cómo esconder su erección y Marie soltó una carcajada que resonó por todo el pasillo mientras se iban de la casa. Hacía demasiado que Daenard el cazador de magos no pensaba en mujeres. 
Fin del capítulo 2

DarkTiryon

jueves, 12 de diciembre de 2013

 Círculos de sangre

Durante un tiempo, un amigo publicará esta historia en este blog. Os aseguro que la historia que trae es de las mejores que he leído en mucho tiempo. Espero que disfrutéis con ella, como yo lo he hecho.

Os dejo con DarkTiryon y sus Círculos de sangre. Disfrutad ^^

Prólogo - El nuevo mundo

En el año 481 de nuestro mundo, el rey de los Francos llamado Clodoveo descubre los poderes de la magia y la historia da un giro completo a como la conocemos hoy en día. Clodoveo nombra a París su capital y rápidamente, gracias a los poderes de la magia que se transmitían entre sus subordinados, crea escuelas para enseñar a dominar estas artes y renueva la industria por completo. París se convierte en la capital mundial, sus ejércitos y tecnología dejaban atrás a todas las sociedades que intentaron hacerle frente en la época.
Unos años después, tras la muerte de Clodoveo, la gran capital del mundo que era París entra en decadencia mientra los magos dejan de estar sometidos por las leyes. El caos se cierne cuando todos los hechiceros de las escuelas, ebrios de poder y gloria deciden organizarse paralelamente a la ciudad y buscar sus propias fuentes de poder. El nuevo rey Fhedor, en un acto de suma inteligencia impropio de los de su calaña, crea una red de cazadores de magos que se extiende por toda la nueva ciudad de París. Su misión era simple, eliminar las potenciales amenazas mágicas que pudieran desencadenar los hechiceros en la capital y proteger a la población.

-Capítulo 1 - París, la ciudad de los muertos-

Daenard avanzó rápidamente entre las callejuelas fangosas del camino que llevaba directamente al barrio rico de París, iba acompañado de un joven de unos diecinueve años que acababa de incorporarse al gremio de los cazadores de magos. Los dos eran altos y fornidos e iban tapados con el traje de cuero oscuro y la capucha de igual color que los identificaba como cazadores. Su acompañante estaba muy nervioso y eso molestaba sobremanera a Daenard ya que a pesar de acercarse ya a los treinta años y ser un hombre casado y con un hijo, prefería la soledad mientras trabajaba, que no el hacer de niñera también fuera de casa.
-Ya se que hace frío, pero podrías dejar de temblar. Me pones nervioso- Espetó Daenard sin poder contenerse.
-Lo s..siento jef..jefe...- balbuceó el joven -Es mi primera vez contra un mago y estoy muy nervioso-
Daenard no dijo nada, él también lo pasó mal cuando le obligaron a matar a un chico exactamente igual de joven que él hace unos años. Fue su primer trabajo y le sorprendió como un joven de su misma edad pudo lanzarle una bola de fuego a quemarropa, lo cual requería de un inmenso poder, realmente los magos eran gente peligrosa...
Casi sin darse cuenta se encontraban ya frente a una de las casas del barrio rico separadas por inmensos jardines. La casa era vieja y parecía abandonada, era una construcción sólida de madera y dos pisos moldeados con las magias más finas de la ciudad. Era un buen trabajo aunque tenía un aspecto algo lóbrego ya que tanto la casa como el jardín estaban llenos de estatuas destrozadas y gárgolas mohosas. Mientras se acercaban a la casa Daenard observaba las ventanas con sumo cuidado, si los habían llamado era porque había un mago cerca, y estar justo en la verja del jardín a la vista de todos los que estuviesen dentro de la casa no le parecía un gran plan.
Daenard se dio cuenta de que llevaba toda la razón cuando un virote de ballesta perforó la cabeza del joven que lo acompañaba y que se encontraba a menos de un metro de él.
La sangre salpicó la cara del Daenard que respiró con fuerza y dejó la mente en blanco para pasar al modo automático. Esta técnica enseñada por los cazadores de magos consistía en darse órdenes a si mismo con la intención de actuar sin pensar de manera eficiente y rápida.
-Cúbrete- Se dijo el cazador de magos a sí mismo mientras se apoyaba en la parte baja de la verja de metal abierta de par en par y se deslizaba entre las estatuas rotas del jardín.
-Encuentra al francotirador- Dae miró hacia las ventanas de la casa y vio lo que parecía mucho alboroto dentro de la misma, sombras que corrían y voces que se gritaban entre si, hicieron entender al cazador que dentro de esa casa había por lo menos unas cuatro personas.
-Saca el arma, dispara a la ventana, corre hacia la puerta mientras cargas el arma, rompe la puerta, dispara al primero que se cruce en tu camino, no tardes CORRE, CORRE, CORRE- Dae simplemente siguió los consejos de su mente y sacó la ballesta típica de los cazadores de magos , disparó un virote hacia una de las ventanas en la cual se escucharon gritos y maldiciones, se apresuró en cargar el arma mientras se acercaba a toda velocidad a la puerta y la echaba abajo con el hombro.
-Busca enemigos, estás muy expuesto, ¡cúbrete!, no dudes, venga vamos-
Su cerebro en modo automático le ayudó a pensar con claridad mientras la vieja puerta se hacía añicos al partirla. Dae vio un pasillo largo con unas estancias oscuras a los lados y una escalera de caracol al final que parecía subir al piso de arriba. Levantó la ballesta y apuntó a la escalera por la cual bajaba uno de los hombres que supuestamente había visto por la ventana. De un tiro en el pecho Daenard lo abatió con facilidad y buscó una cobertura en la estancia de la izquierda, ya que un pasillo así podía significar su muerte si se quedaba a recargar.
La estancia olía a podrido y no tardó mucho en adivinar porqué. En el suelo había un seguido de cadáveres perfectamente alineados que parecía que rodeaban la casa por dentro dando la vuelta a las dos estancias. Solo faltaba uno en el pasillo al entrar para que se completase un círculo perfecto de personas muertas. El cazador de magos reprimió una arcada y se concentró en acabar su trabajo, ya se encargaría después de los cadáveres.
El modo automático había desaparecido de su cerebro dejándolo solo y algo nervioso dentro de la estancia. Intentó volver a llenar su cabeza con pensamientos e ideas propios cuando escuchó unas voces en el pasillo.
-Mira ya tenemos el que necesitamos, cógelo y ponlo ahí. Va joder, hay que salir de aquí YA-
Daenar se acercó al pasillo desde la habitación en la que se encontraba y vio como dos hombres con pinta de matones de muelle arrastraban el cadáver de su compañero muerto por un virote de Dae en las escaleras. Dejaron el cadáver justo en la posición donde encajaba con el resto de cuerpos en círculo dentro de la casa y salieron corriendo como alma que lleva el diablo.
Dae se apresuró a perseguirlos esquivando cuerpos, pero cuando estaba a punto de cruzar la puerta de salida, los cadáveres se alzaron flotando en el aire. El cazador de magos no comprendía lo que estaba sucediendo en esa casa, pero salió al jardín apartando a uno de los cuerpos con las manos y se giró a mirar el macabro espectáculo. Los cadáveres se cogieron de las manos mientras flotaban y gritaron tan fuerte que a Dae casi le estallan los tímpanos. Mientras chillaban, el suelo de la casa se abrió y un remolino de poder rojo se alzó entre los cadáveres tirando paredes y destrozando el piso de arriba. Al final, toda la casa se hizo añicos de manera instantánea. La madera se descomponía a un ritmo frenético dentro del círculo de los cadáveres y Dae se dio cuenta de que la carne enferma de los mismos se corrompía también. Aquello era un hechizo de descomposición de vida a una escala que el cazador no pudo llegar a imaginar. De golpe, los cadáveres convertidos en una masa de polvo dejaron de gritar y se disolvieron en el aire como si de una tormenta de arena se tratase. Donde antes había una mansión ahora solo quedaban maderas                     semi - descompuestas y un gran boquete en el centro.
Dae respiró hondo y dejó que el modo automático lo sacara de esta.
-Avisa al gremio de cazadores , CORRE VAMOS-
Y así lo hizo.

Fin del primer capítulo de -Círculos de sangre-

DarkTiryon




jueves, 31 de octubre de 2013

Alma

-¿Notas eso?
- Sólo noto el frío. Es eso a lo qué te refieres.
- Sí. Es lo que los mortales llaman soledad.
- ¿Y porqué lo llaman así?
- Verás, hay muchas formas de llamarlo pero la más común es llamarla soledad. Es ese sentimiento frío y oscuro que algunos humanos sienten en su corazón. Les inunda poco a poco y los hace ser diferentes a como eran antes.
- ¿Cómo sabes tú esas cosas? Nunca he sentido ese sentimiento hasta ahora. Me preocupa que cambies.
- No te preocupes, Alma. Yo nunca cambio. Yo siempre he estado sólo. Es un sentimiento familiar, por eso no has sentido frío hasta ahora. Esta soledad es diferente, es soledad de abandono, no es el mismo sentimiento que hace unos años.
- Pero porqué te sientes así. Yo siempre he estado a tu lado. Siempre te he escuchado y siempre te he entendido. Yo he sido tu compañera.
- Sabes, Alma. Tú siempre serás mi compañera, pase lo que pase, siempre estarás conmigo. Pero la soledad que yo siento no es como la que sentí hace años.
Esta es diferente y no sé como llamarla.
-Hace frío, mucho frío. Encuentra a alguien, sino esto nos matará.
-Tranquila, llevo años buscando a alguien que llene este vacío que hay en mi interior...

domingo, 13 de octubre de 2013

Hoy...Ayer...Mañana...

- Algunos lo llaman arte, yo simplemente mato. Quitar la vida a alguien, no debe considerarse un arte.- le decía a aquel hombre.
Habían pasado muchos años y aquellas palabras aún resonaban en su cabeza. Aquel hombre fue lo suficientemente estúpido como para dejarse atrapar.
Ella llevaba, bastante tiempo siguiéndole los pasos pero nunca le alcanzaba.

-Lunes 10 de marzo del 2008.-

Eran las dos de la madrugada y las calles estaban desiertas. Ella en una esquina, la más oscura, con su sudadera. La capucha ocultando su rostro; contaba los segundos para atraparle.
A lo lejos se empezaba a perfilar la silueta de un hombre. Alto, robusto, de hombros anchos. Paso a paso fue acercándose hacia la chica.
-Hmmm, ese olor. Dulce y fuerte a la vez. Nunca cambiarás de perfume.- Dijo él con una amplia sonrisa.
- Hace tiempo que no uso perfume pero hoy es una ocasión especial.- Dio un paso hacia él.
Él se estiro y bostezó.- Está bien, ya me he cansado de huir. Además si me matas tú, será algo bonito, artístico, profundo.- su tono sonó áspero.
-Has sido un estúpido dejándote atrapar. Llevo dos años buscándote y perfeccionando mis formas.
-JAJAJAJA.- rió él.- Sé lo que has estado haciendo todo este tiempo. Te he estado vigilando.- dijo con una media sonrisa.
-Vaya, que curioso. No me había dado cuenta.- Ella sabía perfectamente que él la seguía. Su relación era la misma que la de un ratón y un gato.- Te dejaste muchos cabos sueltos, no creerás que he sido tan estúpida de no saber que me seguías.- Él se sorprendió.- JAJAJAJA. Que tonto, cómo pudiste pensar eso. Un hombre hecho y derecho siendo engañado por una niña de dieciocho años. ¡Pobre! Que inocente.
- Bien. Jaque mate, ¿no?-Dijo él con un tono de resignación.- ¿Cómo lo vas a hacer?
-Ya sabes, se me dan bien los cuchillos. ¿Quieres algo en especial?- a él era al único que le dejaría escoger su muerte.
-Algo rápido.
-Sabía que pedirías algo así. Qué te parecen las burbujas.
-No son agradables pero sí rápidas.
Ella se descolgó la mochila. De dentro sacó una cajita de madera con un gravado: Si vis pacem para bellum.
Abrió la caja y extrajo una jeringuilla.
- Rápido y limpio. No es tu estilo.- dijo él.
- Lo sé pero eres tú el que no quiere sufrir. Si fuese por mi, la calle  estaría llena de sangre y tú estarías retorciéndote de dolor.
El hombre se arrodillo frente a su verdugo y le dijo: quiero que sepas que yo no tuve nada que ver en lo que pasó aquella noche. No me estoy quitando culpa, porqué yo lo presencié todo y no hice nada pero quiero que sepas que no fui yo quién dio el paso.
- No me hagas enfadar y cambiar de opinión, respecto a tu muerte.- Dijo ella desviando la mirada. Los recuerdos se agolpaban en su corazón.- Tal vez hayas pedido muchas explicaciones a tus víctimas pero yo sólo necesito razones para quitar lo que ellos han quitado.
El hombre agachó la cabeza. - Acaba con esto o reaccionaré y será tu perdición.
Ella se colocó frente a él y le susurro: - Los encontraré y los mataré. Te prometo que, hoy tú eres el primero, pero no descansaré hasta haberme cargado hasta el último miembro de tu familia.- Mientras decía esto, ella iba clavando la aguja en su cuello. Una aguja fina y sin ningún contenido. Sólo una pequeña dosis de aire. Una pequeña burbuja...-No consentiré que ninguno de tus hermanos vuelva a hacer daño a nadie.
-No serás capaz, maldita enana. Tú...Demonio...Venida del infierno para limpiar la tierra...Arrastrarás la carga de todos a los que mates. Tu alma se consumirá y vivirás muerta.- Empezó a sentir un fuerte dolor en el pecho, justo en el corazón.
- Lo siento pero no desaproveches estos minutos de vida, en pensar en lo que haré. Ya no puedes hacer nada. Jajajaja.- Rió.- Estúpido...
Con la mano en el pecho, con lágrimas corriendo por su cara, fue muriendo lentamente.
Ella, de pie, observaba la imagen. Nada de sangre, limpio, sin una mancha. No le gustaba. Demasiado perfecto para ser de ella.
Recogió sus cosas y se colocó la mochila en el hombro. Entre las sombras fue recorriendo la ciudad.
Ese fue el primero de los siete hermanos. Aquellos que iniciaron todo lo que en el futuro se desencadenaría.

-Actualidad.-

- Todos cayeron y yo quedé en pie.- Pensaba mientras se pasaba las yemas de los dedos por las costillas, llenas de cicatrices.- Este es un recuerdo que debo tapar.



A veces, los recuerdos son los que te hacen decidir sobre los hechos del futuro...



miércoles, 9 de octubre de 2013

Calma...

Después de hacer sus trabajos siempre se tomaba dos días para volver a la carga.
Llevaba toda la mañana metida en la cama pensando en cómo hacer su siguiente encargo.
Se levantó de la cama, no había comido y se sentía débil. Malgastaba demasiada energía con esa escoria. Y la noche anterior no había sido una de las más tranquilas...

-La noche anterior-

-Tú, la nueva, ven aquí. Sabes cómo va esto.- ella le miró alzando una ceja.- No me mires así y enséñame tu mejor patada.
Ella se separó un poco de él.
-Seguro que no sabes ni levantar la patita.- dijo en tono burlón.
Mientras él se reía, ella alzó su pierna y le propinó una patada en el mentón. Él cayó al suelo. En el suelo, se tocaba la cara, ese golpe fue uno de los más fuertes que había recibido de uno de sus alumnos.
Ella se dio la vuelta para irse a los vestuarios.- ¡Espera niña!- le dijo el entrenador, tocándose la mandíbula.- Debes saber que eres muy fuerte. ¿Quién te ha entrenado?
Ella se giró y con una cara seria le dijo: Nadie me ha entrenado. Todo lo que he aprendido, me lo ha enseñado la vida. No necesito a nadie que me entrene.- Dicho esto se dio media vuelta y se fue a los vestuarios.
El entrenador se quedó parado en medio del gimnasio pensando cómo una chiquilla como ella podía tener tanta fuerza.
Una vez que salió del gimnasio, con su bolsa de deporte colgada al hombro, caminó por las anchas calles de la ciudad. Mirando a los pocos transeúntes que había por la calle a esas horas de la noche.
-Tal vez debería elegir una víctima al azar y desahogar mi frustración por lo de la otra noche.- Pensó.
Unos metros más para adelante se vio envuelta en la situación perfecta para poder lidiar con la tensión que acumulaba.
Un hombre de unos dos metros estaba amenazando a una mujer. La mujer de un metro cincuenta aproximadamente, miraba al hombre, asustada. Intentaba huir de esa situación.
-Perdone caballero, ¿puedo ayudarle en algo?- dijo ella mirando al hombre.
- No, necesito ayuda de una mocosa.- le dio un pequeño empujón para que se apartara.- Tú vas a subir ahora mismo a mi casa y vas a hacer lo que yo diga.
La mujer estaba muy nerviosa y las lágrimas empezaban a caer por su cara. Miraba a la chica. Sus ojos pedían auxilio.
- Está bien si no necesita ayuda, será mejor que dejé a esta mujer tranquila si valora su vida, claro.- Una sonrisa se dibujo en su cara.
-JAJAJAJAJAJAJA. No me hagas reír niña. ¿Qué vas a hacer si no suelto a esta mujer?¿A caso me vas a pegar? o no mejor ¿llamarás a la policía?- dijo él mientras zarandeaba a la mujer.
- No me gusta la policía y tampoco dañar mis manos con gentuza como tú.- dejó su bolsa en el suelo y se sacó de la manga un pequeño cuchillo de caza. Su cuchillo de la suerte.
Mientras el hombre seguía insultando a la mujer, ella clavó su cuchillo en su ingle. Este, sintió una punzada horrible y se cayó al suelo. La mujer pudo soltarse. -Corre y no mires atrás. Vete y no vuelvas por aquí.- dijo ella con los ojos encendidos de ira.
La mujer salió corriendo, siguió las órdenes de aquella chica. Corrió y no se giró en ningún momento. Esa chica le había salvado la vida.
El hombre consiguió ponerse de pie, el pantalón estaba manchado de sangre. La respiración del hombre parecía pesada. Estaba fatigado del esfuerzo, a duras penas pudo mantenerse en pie. - Pequeña hija de puta, cuando te coja, acabaré contigo. No serás nada en cuanto te pille.- Dijo abalanzándose sobre ella, fue rápida y le esquivo. Los movimientos de aquel hombre eran pesados y sin armonía.
- Me lo voy a pasar muy bien contigo, sucia rata.- Dijo ella con una sonrisa en sus labios y una ceja alzada.
Empezó a moverse en la oscuridad y le acuchilló un brazo.-¡Ah! Maldita. Sal deja que te vea. Suelta ese cuchillo y ven a pelear.
-Te dije que no dañaría mis manos con alguien como tú.- Salió de entre las sombras.- Pero si ese es tu último deseo, te lo concederé.- Guardó el cuchillo en su bolsillo y le dio una patada, la misma patada que le había dado a su entrenador. El tipo cayó al suelo, ya no le quedaban fuerzas para levantarse. A cuatro patas, tirado en el suelo, sin fuerzas.
Ella se puso enfrente de él. -Dime, qué le ibas a hacer a esa mujer.
-Esa mujer es mía.- Le costaba respirar- No es asunto tuyo lo que yo le haga o no le haga.
-¿Sabes? Las mujeres no tienen propietario. Los humanos somos libres, bueno tú, ya no lo eres. Ahora, lo que te queda de vida, es mía.
El movimiento fue rápido, sin ninguna duda, sin ningún temblor. El cuchillo fue directo a la yugular. La sangre empezó a salir a borbotones. El hombre se llevó las manos a la herida, mientras intentaba pedir auxilio, su cara de desesperación lo decía todo. No quería morir pero ese no era el día en que ella tuviese piedad. Ella, de pie, observando la escena le dijo: esto te pasa por no saber valorar la vida.
Y poco a poco fue viendo como la vida se escapaba por aquella herida que le había producido en el cuello. Cuando exhaló su último aliento, recogió su bolsa y volvió a caminar hacia su casa.
Esa noche sí que estaba satisfecha del trabajo que acababa de realizar.

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Después de haberse duchado y de haber comido algo, se sentó en la mesa de su escritorio y empezó a mirar las fotografías de los encargos. La información de las "víctimas" estaba bien ordenada en diferentes carpetas. No sabía por qué pero aquel día sería uno de los más largos de su vida. Tres encargos en un sólo día.
-Todos estos cabrones deberían haber muerto hace mucho tiempo.- pensó mientras ordenaba las tres carpetas con los datos de las próximas "víctimas".



lunes, 7 de octubre de 2013

El día continua.

-Yo...Yo...He cambiado. No volví a tocar a ningún niño. Te lo juro.-sus lágrimas caían por su rostro.
- Seguro que has cambiado pero - se acaricia la barbilla- yo no estoy aquí para averiguarlo.-Pasa el cuchillo por el mentón del hombre.
-Nunca encontrarás la paz. Nunca. -Sollozaba como un niño.
-Yo no busco la paz. Yo busco a la escoria de este mundo para poder eliminarla.
-Tú eres la escoria de este mundo. Tú también debes morir.- Sus lágrimas ya no imploraban perdón, estaban llenas de rabia, de odio hacia esa chica que le iba a quitar la vida.
-Cuando llegue mi hora, iré a visitarte al infierno. -Se puso detrás de él, agarro su pelo con la mano izquierda y con la derecha colocó el cuchillo en su cuello.
- Busca la paz que le arrebataste a aquellos niños.
El metal iba haciéndose paso entre la carne. Poco a poco fue brotando la sangre, manchando la mano de ella y el pecho de él. La sangre bañaba su mano. El olor a sangre le taponaba la nariz. - Este dulce aroma.- Esbozó una sonrisa de victoria y retiró el cuchillo del cuello, dejando caer el cuerpo sin vida. Se agachó y limpio el cuchillo en la camisa de aquel hombre. 
Abrió la mochila, se quitó la sudadera y la guardó junto con el cuchillo.
Se puso una camiseta de manga larga y un gorro que le tapaba la frente,  y salió de aquel callejón. Ese era el primero de los doce encargos que debía realizar antes de que finalizara el mes. Ese fin estaba cada vez más cerca, más y más cerca.
Miró al cielo y vio como empezaba a llover.-Las primeras gotas del otoño. - Pensó. Dejó que éstas mojaran su rostro y volvió a andar.
La vuelta a casa iba a ser un poco extraña. Con aquel sabor amargo de no haber hecho bien su trabajo, recordando las lágrimas de aquel hijo de puta al que le había quitado la vida.- Maldito cabrón.

-Esta no es la vida que quería para ti. Yo lo arreglaré y buscaré tu paz. Te lo mereces.